Bernardita Ojeda Labourdette: «El cómic debe ser una alquimia entre guionista y dibujante, una mezcla perfecta».

Texto: Carlos Andueza Fotografías: Camilo Mendoza Edición: Vabra Vilches Ganga

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El departamento de la antropóloga y guionista de cómics Bernardita Ojeda Labourdette es, prácticamente, una biblioteca. Y se entiende la razón: Bernardita es una lectora voraz. Ha asegurado que lee dos libros al día, que su colección personal cuenta con más de tres mil ejemplares y que ha leído, hasta ahora, más de diez mil. Y sigue contando.

De día, Bernardita está encargada del área de Comunicaciones y Desarrollo Institucional del Museo Nacional de Historia Natural; pero de noche, se preocupa de que los continentales conozcan las tradiciones de Isla de Pascua escribiendo los guiones de la saga de novelas gráficas «Varua Rapa Nui«. De esta tetralogía ya se han publicado dos volúmenes: «El hundimiento de Hiva» (2012) y «Luces y sombras» (2013).

Cualquiera podría pensar que, por su prontuario de lectoría, Bernardita derivó en la escritura de manera natural, pero asegura que no fue así. En entrevista con Mesa Gráfica, la guionista cuenta cómo fue vivir su infancia en Isla de Pascua, explica el proceso creativo detrás de sus novelas gráficas y aclara una acusación de plagio. Además, analiza el oficio de guionista de cómics y confiesa cómo se sintió al recibir el premio al Mejor Cómic Chileno de 2012 en la FIC Santiago por su primera historieta.

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Bernardita, tengo entendido que tú viviste en Isla de Pascua durante tu infancia. ¿Cuál fue el motivo por el cual residiste allí?

Bernardita: Bueno, mis papás son funcionarios públicos. Ellos viajaron a la isla por trabajo, como parte de la misión de servicio público a zonas extremas. Mi papá estaba a cargo de una oficina pública en la isla y mi mamá estaba a cargo del matadero. Eso fue en el 80.

¿Naciste en Isla de Pascua?

Bernardita: No, es una cosa muy rara. Mi mamá vivía en Alemania cuando estaba embarazada de mí. Vino a Chile, me tuvo y se fue conmigo de tres meses a Alemania de nuevo. Ella estaba terminando un doctorado allá. Cuando yo tenía un año, nos fuimos a vivir a Isla de Pascua y allá nacieron mis dos hermanos. Viví en la isla hasta los seis o siete años.

¿Aprendiste a leer allá, entonces?

Bernardita: Sí, claro.

En una entrevista que concediste al diario Las Últimas Noticias, contaste que, antes de saber leer, escuchabas las historias que tu mamá les leía a ti y a tus hermanos. Historias que sacaba de un baúl lleno de libros.

Bernardita: Sí, lo que pasó es que mi mamá embaló todas sus cosas en cajas de madera cuando nos vinimos de Alemania. Y, como cuando nosotros vivíamos en la isla no había televisión, mi mamá tenía la costumbre de sacar sus libros y contarnos historias. Nosotros esperábamos ese momento. Nos contaba los cuentos del Pedro Urdemales alemán que vivía en un pueblo de tontos, entonces pasaban puras leseras. Nosotros nos reíamos mucho con esas historias, yo creo que mi mamá le ponía de su cosecha también e inventaba más cosas para contarnos. Teníamos un montón de cómics también como Mafalda o la pequeña Lulú, y estaban guardados en esas cajas porque el clima de la isla no ayuda a que los libros se conserven muy bien. Entonces, se sacaban en oportunidades especiales.

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¿Y en qué momento te enamoraste de la lectura, a tal punto de…?

Bernardita: ¿A tal punto de convertir mi casa en una biblioteca?

Claro. ¿Te acuerdas del primer libro que leíste?, ¿o del primero que te llevó a enamorarte de la lectura?

Bernardita: Me acuerdo de “El tesoro de la juventud”. No lo tengo acá, está en la casa de mi mamá. En la isla, nosotros recibíamos el cargamento de un barco de la armada que iba una vez al mes a dejar “comida especial”, como queso o salame; y nuestra abuelita paterna nos mandaba cajas con lo vital: comida y libros. Además, cuando niños, veníamos de vacaciones a Santiago, que era como pasar de la selva a una metrópolis, sin escalas. Entonces, mi abuelita tenía en su casa los libros “El tesoro de la juventud” que eran súper misceláneos, de mil cosas. Incluían, por ejemplo, historias de Ricardo Corazón de León, poesía, historias del mundo. Había de todo: ciencias naturales, sociales, matemáticas. Cualquier cosa que uno viera en esos libros era interesante y entretenido de leer.

Y de ahí, no paraste de leer nunca más.

Bernardita: No (risas).

En esa entrevista de LUN también aseguraste que, de tanto leer, llegaste a experimentar un estado alucinatorio con un libro…

Bernardita: Ah, sí, con “Los hermanos Karamazov” (de Fiódor Dostoyevski). Lo que pasó fue que, cuando llegamos a vivir a Santiago, entré a un colegio de monjas que tenía una biblioteca a la que no iba nadie. ¡Y era una biblioteca increíble! Ahí trabajaba una monja bien, bien viejita, y yo era como su única visita, porque en el recreo no iba nadie a la biblioteca, pero nadie, nadie, nadie. Entonces, cuando se dio cuenta que yo no me iba a robar los libros, me pasó el manojo de llaves de las estanterías. ¡Para mí fue como tener las llaves de un tesoro! Debo haber tenido 12 o 13 años cuando leí “Los hermanos Karamazov” y llegué a un punto en el que estaba tan intrigada con la historia que no podía parar de leer. ¡Si hasta comía leyendo! Estaba como en un estado febril. Mi mamá me decía: “Ya, por favor, deja esa cuestión. Para de leer”. Pero como uno hace lo contrario a lo que le dicen es como si me hubiese incentivado. ¡Ella tuvo la culpa! (risas).

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Entonces, ¿fue natural derivar de una gran lectora a una guionista de cómics?

Bernardita: No. Yo creo que no.

¿No? De todas maneras, antes que desarrolles esa idea, te quería preguntar por qué estudiaste Antropología y no una carrera más relacionada con la lectura, como Literatura, por ejemplo.

Bernardita: Sí, es raro eso. Siempre cuento, más o menos, la misma historia de por qué estudié Antropología. Fue porque, en el fondo, lo que hace un antropólogo es estudiar la otredad, al otro. Es decir, tratar de entender a un otro. Y en mi caso, todo el tiempo sentí que yo era el otro: en la isla era “el otro” porque era continental y no pascuense; después, llegamos a Santiago y era pascuense y no continental. Entonces siempre me tocó ser “el otro”. Fue por eso, para entender otra cultura, otra visión del mundo. Yo estaba indecisa entre Antropología y Bibliotecología, pero finalmente ganó la primera. Aunque, igual me las ingenié para mezclarla con la literatura: mi tesis fue sobre la sociedad Tolkien e hice varias cosas relacionadas con ese tema, pero en primer lugar estaba la Antropología Social.

Entonces, como decías, no fue tan natural el paso de lectora a guionista…

Bernardita: No. Yo siento que si uno es un gran lector tiene el peso de pensar que las cosas que uno escriba tienen que ser igual o mejores que las que a uno le gusta leer. Mínimo. Es decir, que sean agradables de leer para uno. Y, además, está el tema de cuestionarse: ¿tendré yo algo más que decir? Sobre todo si uno lee mucho y sabe que mil personas han abarcado tal tema o que lo han contado de otras formas. Quizás uno es mucho más crítico en cómo uno escribe o qué cosas dice o no dice. Hay que hacer una especie de salto de fe; decir: “Ya, voy a escribir” y que salga lo mejor que se pueda, pero siempre es difícil. Yo creo que es más fácil para las personas que no tienen la costumbre de cuestionarse, o que no leen tanto, o… que se tienen mucha confianza. No sé (risas).

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A ti te costó lanzarte a escribir, entonces.

Bernardita: Sí, de hecho, me rehusé por mucho tiempo. Y me llegaban las clásicas preguntas: “¿Tú has escrito algo?”, “¿por qué no escribes algo?”.

Pero, antes de escribir las novelas gráficas de “Varua Rapa Nui”, ¿escribías? Porque hay una diferencia entre escribir y publicar.

Bernardita: Claro. Hay unos cuentos por ahí, para unos concursos escolares, como los de Icarito o cosas así, que se publicaron y que ahora me dan mucha risa. Escribía también en la revista del colegio o en los anuarios, pero, en general, no escribía tanto. Y publicar, menos. Ahora escribí más por la insistencia de otros que me decían: “Ya, esta es tu oportunidad, se trata de la isla” o “Este proyecto es perfecto para ti, ¡hazlo de una buena vez!”.

De hecho, Rapa Nui Press (la editorial que se encarga de publicar y distribuir las novelas gráficas “Varua Rapa Nui”) te contactó especialmente para proponerte este proyecto.

Bernardita: Sí, claro, ellos querían que yo lo hiciera. Y en el fondo, pensé en algunos amigos muy cercanos que han tenido que tocar mil puertas para que los publiquen o que se han autopublicado en fanzines. Yo no hice nada para lograr esto. No le presenté ningún trabajo anterior a Eduardo (Ruiz-Tagle, el editor de Rapa Nui Press), por lo tanto, él estaba confiando en que yo podía hacer bien el guión de estas novelas gráficas. Tendría que haber sido demasiado lesa para haber rechazado el proyecto. Porque, además, tenía la oportunidad de juntar dos pasiones: la antropología y la escritura. Así que fue una especie de pacto con el diablo (risas).

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A la fecha se han publicado dos de las cuatro novelas gráficas que conforman la saga “Varua Rapa Nui”. ¿Desde el principio se pensó en una tetralogía?

Bernardita: En un principio queríamos hacer siete novelas gráficas, porque la isla tiene mil historias para contar. Pero cuando fuimos a un evento de NGI (el 2do Encuentro Internacional de NGI Chile, en octubre de 2011), conversamos con los editores internacionales invitados y fue muy útil porque nos dijeron: “¡¿Siete libros?! Ustedes están locos. Nadie empieza con siete libros”. De hecho, me acuerdo que el editor argentino Javier Doeyo nos dijo: “Me encanta el proyecto, pero si hacen siete libros… ¡olvídenlo!”. Así que decidimos bajar el número de tomos a cuatro, seleccionando los episodios de la isla que queríamos contar sí o sí. Por lo tanto, hay como 300 años cronológicos entre un tomo y otro. Ese es el tiempo de separación entre una historia y otra.

Como guionista de cómics debes trabajar a la par con el dibujante, con Ismael Hernández en el caso de “Varua Rapa Nui”. Pero, ¿cómo te enfrentas a tu labor en primer lugar?, ¿cómo construyes el guión de un tomo de la saga?

Bernardita: En primer lugar debo tener una idea de cuál es la historia que quiero contar y cómo se desarrolla. Luego tengo que ver cómo encajan en ella algunos puntos fijos que tenemos que contar sí o sí, como la construcción de los moais, por ejemplo, sin que eso se note forzado o pegado con un afán pedagógico. Veo eso y armo el esqueleto de la historia. Hago storyboards (secuencia de viñetas) horrorosos, porque dibujo monos de palitos y escribo con una letra horrible, pero así veo qué es lo que quiero decir. Después me junto con Ismael y le traduzco mis dibujos y mi letra; le cuento de qué se trata la historia en una especie de sinopsis del guión. Luego, hago el diseño de personajes y le explico a Ismael cómo éstos deben lucir. Después de eso hago un guión literario, es decir, escribo la historia completa. Nos juntamos con Ismael nuevamente y él me dice lo que a él no le parece o lo que cree que se debe agregar o quitar. Después escribo un guión técnico, en el que describo lo que pasa en cada viñeta del cómic, tomando en cuenta mi primer storyboard y las sugerencias de Ismael.

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Es muy estrecha la relación entre guionista y dibujante, entonces…

Bernardita: Claro. Conversamos y discutimos mucho. Al final, terminamos con un guión técnico completo. A partir de ese guión, Ismael empieza a hacer el storyboard, que revisamos y aprobamos ambos y que, por supuesto, es mucho mejor que el mío hecho con monos de palitos (risas). A medida que él va viñeteando yo voy corrigiendo cosas, como diálogos de más. Muchos nos dijeron que una de las gracias del primer tomo es que hay pocos diálogos, pero se entiende muy bien todo lo que pasa. La idea es que el dibujo hable por sí mismo y que los diálogos sólo apoyen la historia. También revisamos el vocabulario, porque hay palabras que podríamos escribir en rapanui y que deberíamos incorporar al glosario, pero cuidamos que no sea forzado ni pesado.

¿Conocías a Ismael antes de trabajar con él en «Varua»?

Bernardita: No, no lo conocía. Y hemos funcionado súper bien creativamente, porque Ismael, además de ser dibujante, es guionista; él dibujó y guionizó la novela gráfica “Miguel de Fuentesanta” (Autoedición, 2011). Eduardo, nuestro editor, vio ese trabajo y le pareció muy bueno, contactó a Ismael y él aceptó trabajar con nosotros. Fue el término de una historia bien compleja, porque Eduardo ya había considerado varios dibujantes pascuenses con quienes no trabajamos finalmente, por incumplimiento de entregas o atrasos. Eduardo ya estaba preocupado. Así que encontrar a Ismael fue un acierto.

En abril de este año, “Varua Rapa Nui. El hundimiento de Hiva”, el primer volumen de la saga, fue galardonado en los premios de la Feria Internacional del Cómic de Santiago 2013, como el Mejor cómic chileno 2012. ¿Tomaste este reconocimiento como una señal de que debías dedicarte a escribir cómics?

Bernardita: Fue heavy, porque mis amigos comiqueros me decían: “¡Claro, es tu primer cómic y te ganas el premio!” (risas). Además yo era la única mujer que estaba participando en la FIC, entonces igual creí que me lo habían dado un poco por eso. Pero todos me decían que no, que realmente el cómic es bueno. De hecho, pude conversar con Andrés Accorsi, un comiquero y crítico argentino, que reseñó “Varua” y creo que ha sido el cómic chileno que mejor ha tratado en su blog. Eso fue un espaldarazo. Y la gente, en general, nos ha dado comentarios positivos de “Varua”, que es raro porque es de un género arriesgado: es un cómic de una historia antropológica, etnográfica, que podría resultar súper latera por estar muy alejada de lo que usualmente se lee en cómic. No hay superhéroes, no hay fantasía, ni estamos hablando de cosas actuales, pero la recepción ha sido súper positiva. Y claro, el premio fue una señal de “sí, dedícate a esto”, pero además significa una tremenda responsabilidad: si con el primer tomo nos ganamos el premio a “Mejor cómic chileno”, con el segundo no podemos desteñir. Es una presión terrible. Había trabajos muy buenos entre los nominados; eso comentábamos en la FIC: todos merecían ganar, por muy frase hecha o cliché que suene. Había cómics hechos con mucho cariño, con mucho oficio, como “Lado B” (Alfredo Rodríguez) o “Mortis” (Miguel Ángel Ferrada), y yo creo que vamos a seguir con buenos nominados para los premios FIC 2014.

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Y a pesar de su éxito, “Varua Rapa Nui” no ha estado exento de polémicas. El señor Andrés Pakarati acusó que la publicación vulneró los derechos de autor del dibujante rapanui Te Pou Huke. Pakarati ha denunciado esta situación en distintos sitios web dedicados al cómic chileno, e incluso en persona en el mismo lanzamiento del primer volumen de la saga, en Plop! Galería. ¿Qué nos puedes decir al respecto?

Bernardita: A ver, Te Pou Huke fue uno de los dibujantes que Eduardo (el editor) contactó para que trabajara en su primer intento de un cómic sobre la isla. Él hizo un cómic que se llama “Vaero Roa”, que también cuenta la historia del sueño Hau-maka, cuando llega gente a la isla. Pero la historia se cuenta de forma distinta: un talismán mágico hace que las personas viajen al pasado para que así se enteren de lo que pasó. El tema es que Eduardo tuvo varios problemas con Te Pou Huke, sobre todo por incumplimiento de plazos, y ya no quería seguir trabajando con él. Además, necesitábamos a un dibujante de cómics y no a un ilustrador, para que la acción se desarrollara de manera secuencial. Andrés Pakarati es amigo de Te Pou Huke y reclamó porque Eduardo no había continuado trabajando con él y porque consideraba que contar esta historia de nuevo era una especie de plagio. Pero es inevitable que ciertas cosas se dibujen de la misma manera, como los tatuajes, las insignias de mando o los trajes de los personajes. A mí me dio mucha risa, porque yo creo que él ni siquiera había leído el cómic. Llegó al lanzamiento del libro, no lo compró, no lo leyó; pidió la palabra y se quejó en público de que esto era un plagio. Entonces fue una situación bien complicada, porque, además, (el escritor) Jorge Baradit le contestó que en realidad no había plagio, sino que los símbolos que se tenían que ocupar sí o sí son universales y que el trabajo que nosotros estábamos haciendo era más artesanal que producido en serie. El señor Pakarati al final creyó que Jorge era el dueño de Plop! Galería y que lo estaba echando del lanzamiento.

Todo un malentendido. Bueno, cambiando de tema, mencionaste que fuiste la única mujer nominada en los premios FIC. ¿Por qué crees que sucedió eso? ¿Crees que faltan más mujeres guionistas en Chile?

Bernardita: Yo sé que hay mujeres guionistas, pero no tienen tanta visibilidad. Tenemos a Melina Rapimán, que es una súper buena guionista; Marcela Trujillo, Victoria Rubio, que es la chica que hace (el webcómic) “Lesbilais”; Daniela González, Sol Díaz también, que tiene un trabajo súper interesante. El tema es que definitivamente somos menos no más y por eso nos vemos menos. En “Tribuna Femenina” (revista independiente de historietas) también hay chicas súper interesantes, como Francisca Cárcamo (Panchulei), que ahora sacó su libro “Mandamientos de mentira”. Quizás el tema es que no han publicado tanto, pero sí hay mujeres guionistas. Lo que pasa, en general, es que los guionistas no nos vemos, el dibujante es nuestro médium.

Y más adelante, ¿te interesaría escribir sin la necesidad de un médium?, ¿te gustaría ser escritora?

Bernardita: No sé, a menos que llegue alguien a ofrecerme un pacto… (risas). No, no sé. Hay un montón de historias que me gustaría contar. De repente me sorprendo a mí misma contando historias de la isla, de mis tiempos en ese colegio de monjas o hasta de la oficina, pero hay toda una disciplina que siento que no tengo por ahora. Tengo amigos que escriben toda la noche, publican uno o dos libros al año y lo hacen increíble, pero no sé si yo tendría esa capacidad.

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Algunos guionistas, como Charlie Kaufman, defienden que son más escritores que guionistas. ¿Tú crees que eres más guionista que escritora, entonces?

Bernardita: Es complicado el tema de ser tan preciso al referirse a lo que uno hace, porque es encuadrarse en algo y las palabras tienen una carga simbólica muy potente. Decir: “Soy escritor más que guionista” es darle un menor peso valórico al hecho de hacer guiones y se entiende como algo más desechable, quizás. Yo no creo que sea así, sino que es sólo otro tipo de soporte para comunicar. Autores clásicos, como Alan Moore o Grant Morrison adjuntan en sus cómics páginas de sus guiones porque tienen un valor por sí mismas. Es todo un tema ser guionista de cómics.

Después de “Varua”, ¿pretendes seguir escribiendo guiones?

Bernardita: Participé en “Tribuna Femenina”, la revista de cómics que organiza la guionista Melina Rapimán. Participé con (la ilustradora) Angela González en una historia sobre el hambre. Con Angela también vamos a participar en el siguiente número de la revista con una historia sobre el pelo. Y de ahí tengo que ver si tengo tiempo de escribir algo más. Eduardo tiene la intención de hacer libros ilustrados con leyendas de la isla que son poco conocidas. Y también hay otros proyectos, pero es difícil conciliar el trabajo de oficina y el trabajo creativo post-oficina.

Con todos estos proyectos, ¿el oficio de guionista ha terminado por encantarte?

Bernardita: ¡Sí! Es súper, súper difícil, pero los resultados son súper gratificantes; mucho más de lo que uno podría esperar. Ahora, el oficio de guionista es bien sacrificado, es poco reconocido y poco valorado, aunque no sé si esa es la palabra; es complejo, porque lo que la gente ve en primera instancia es el dibujo y después ve el texto; entonces, en ese aspecto es ingrato, porque la primera visibilidad se la lleva el dibujante, pero hay que entender que el cómic es un oficio de guionista y dibujante. Debe ser una alquimia entre ambos, una mezcla perfecta. En ese sentido, quizás, es más trabajoso que solamente escribir, porque hay que estar todo el tiempo en esta especie de intercambio creativo para que resulte una obra que le guste tanto al guionista como al dibujante. Es un oficio muy bonito, pero hay que tomárselo con calma; por eso cuesta que los cómics salgan, son trabajos de largo aliento, muy concienzudos.

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4 pensamientos en “Bernardita Ojeda Labourdette: «El cómic debe ser una alquimia entre guionista y dibujante, una mezcla perfecta».

  1. ¡Qué buena entrevista! Su lectura febril me hizo recordar cuando tenía 12 años y leí 2000 páginas del Conde de Montecristo en dos días, sin dormir, con mis padres asomándose con cara de furia cada cinco minutos en horario AM para que apagara la luz. Algo parecido a lo que me sucedió cuando leí Los Tres Mosqueteros, ambas edición Aguilar, hoja de Biblia, bien antiguas. Un insomnio del bueno.

  2. Me encantó la entrevista, buenísimo saber del trabajo de Bernardita, me encantó todo lo que ella comenta sobre sus gustos y su labor como guionistas. Quedé con muchas ganas de leer Varúa y sus comics y libros a futuro ;D

    Y si, también recordé mis años de locura compulsiva, con libros menos clásicos eso si, pero igual de fanática… a mi hojita de pedidos de la biblioteca del colegio le tuvieron que corchetear una hoja extra =P

  3. Muy buena entrevista, falto eso si que contara su formula para leer tanto! Genial conocer a quienes estan detras de este proyecto (con polemica y todo jaja aunque bastante torpe la queja), me encanto el primer libro asi que deja ganas de saber mas.

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